top of page
Buscar

Los pacientes ya no son pacientes: Reflexiones alrededor de los que significa sanar




Recuerdo que hace algunos años me volví consciente del paradójico uso de la palabra paciente para referirse a aquellos seres que están en un proceso de curación. “Los pacientes ya no son pacientes”, me dije a mí misma. Y, sin embargo, existió algún tiempo en que el acto de sanar era un acto de paciencia que trascendía la connotación que esta palabra tiene alrededor del acto de esperar, y encapsulaba también la fe y la confianza que sostienen a la paciencia a través del tiempo. Aquellos que sanaban en presencia consigo mismos y con la vida que se desenvolvía en el proceso, eran, en efecto, pacientes.


Ahora, vuelve a pensar en este término y en cómo entendemos la salud y la sanción hoy en día. La realidad es que muy pocos de nosotros tenemos la confianza y el tiempo para ser verdaderos pacientes. La medicina moderna, con sus regalos infinitos, nos ha mal habituado a esperar que la curación venga de manera inmediata a través de agentes externos a nosotros, nos ha hecho olvidar lo que es ser realmente pacientes y dar el tiempo que nuestro cuerpo y alma necesitan para sustraer el néctar que puede brotar de la “enfermedad”.

Nuestro imaginario común nos ha enseñado a entender a la sanción cómo un proceso de guerra contra aquello que nos enferma, en vez de uno de tregua con el cuerpo y su increíble sabiduría innata, y esto ha sido un error de numerosas consecuencias.


Toma un momento para recordar la última vez que te enfermaste o que algo en ti estuvo fuera de balance. Ahora, si te permitieras ver tu vida en gran escala, más allá de las responsabilidades del día a día, y las preocupaciones cotidianas, ¿Puedes reconocer algún tipo de sabiduría contenida la enfermedad? ¿Algún mensaje amoroso, pero posiblemente doloroso, que tu cuerpo te estuviera tratando de dar?

Si das unos cuantos pasos atrás y te permites ver tu vida a través de un gran angular, estoy segura de que la respuesta a las preguntas anteriores sería sí. Un rotundo sí. Pero llegar hasta este punto no siempre es fácil, porque nuestro paradigma actual nos hace vernos como víctimas frente a la enfermedad, y no como agentes de cambio ante a la misma. “Estos dolores que sientes, son mensajeros. Escúchalos”, nos dijo el poeta sufi Rumi, pero el simple acto de sugerir que las enfermedades o condiciones de salud, tanto física como mental nos regalan mensajes valiosos e importantes, resulta violenta para muchos.


Ahora, te pido que tengas bien claro que no te estoy pidiendo que te adhieras a mi visión acerca de la sanación y la enfermedad, sin embargo, al ser alguien que pretende acompañar a otras personas en su propio camino de aceptación y reencuentro consigo mismas, me resulta fundamental expresar cuál es mi posición alrededor de la sanación, para que tú puedas decidir si se encuentra en resonancia con la tuya y con lo que estás buscando en tu propio proceso en este momento. Creo que un aspecto fundamental de sanar, es reconocer nuestra propia capacidad de tomar decisiones alineadas con nuestra visión, puesto que si un aspecto debería brillar en todo proceso de curación, es el del autoempoderamiento. Toda forma de sanción genuina debería de ser un proceso de empoderamiento acompañado de humildad, dos términos que tal vez no estemos muy acostumbrados a observar lado a lado, pero que en realidad no puede existir en su total resplandor, si no se contienen la una a la otra.

 

Y con todo esto en vista, entonces se despierta con toda fuera la pregunta, ¿qué ch**** es sanar?


Para cada uno de nosotros esta palabra tiene connotaciones ligeramente distintas. Muchos de nosotros solemos pensar que sanar es el proceso a través del cual logramos deshacernos de ciertos síntomas que nos incomodan o nos dificultan la vida. Y si bien este puede ser un aspecto hermoso e importante de la sanación, una visión más integral apunta a la sanación como un proceso de expansión y conexión profunda. Sanar entonces significa aprender a relacionarnos con todas nuestras partes, aprender a expresar, sentir, honrar e incluso amar todos nuestros matices. Significa abrirnos a la vida y a nosotros mismos de formas que antes no eran accesibles a nosotros, sanar es conocer a nuestro Ser auténtico y sobre todo, significa recordar nuestra conexión con la existencia entera.


Quizá esta idea de la sanación no sea la misma a la que estamos acostumbrados, y te voy a decir por qué. Habitualmente nos justa pensar en la salud y la curación dejando de lado a su contraparte más feroz y fundamental: la muerte. Pero otra vez, si la idea de lo que la sanación significa, no contiene la certeza del encuentro con la muerte al que todos estamos destinados, entonces es imposible acercarnos a entender lo que sanar realmente significa.

De hecho, me atrevería a decir que para infinitos seres a lo largo de la historia, el proceso de sanación más relevante que experimentaron en toda su vida, fue aquel que los llevó a la muerte. ¿Paradójico, no? Bueno, solo si nuestra idea de sanación está contenida solo en la posibilidad de escapar la muerte o algún aspecto de nuestra vida que nos resulte poco disfrutable o difícil de aceptar. Pero si volvemos a la descripción a la que me refería en el párrafo anterior, podemos entender que para muchos de nosotros, el proceso de muerte es el proceso de mayor intimidad con nuestro Ser auténtico que jamás vayamos a experimentar en vida.


Creo que es necesario que nos atrevamos a comenzar a expandir nuestra idea de lo que verdaderamente significa sanar, para poder volver a ser los pacientes que hemos dejado en el olvido. La realidad es que el proceso de sanación puede ser un proceso lleno de intimidad, poder y belleza. Es un proceso de acercamiento a nuestra propia verdad, de remembranza de nuestros valores y creencias, así como de expansión de las mismas. Toda enfermedad puede llevarnos a un encuentro con nosotros mismos, un encuentro que no define su éxito en evadir a la muerte, sino en encontrarse con la vida.


Creo que nunca me cansaré de citar a Jeff Foster cuando escribió, “tu dolor no quiere ser sanado, quiere ser sostenido”, porque nos recuerda que el regalo de “sanación” más grande que podemos darnos a nosotros mismos, es recibir y abrazar con amor todos esos aspectos que hemos rechazado o evitado sentir por tanto tiempo. La sanación nos pide llevar a cabo el acto de valentía más grande de todos, el de sentir lo imposible de sentir, lo imposible de aceptar, lo que nadie en sus cinco sentidos elegiría amar. No bromeo cuando te digo que simplemente el escribir estas palabras genera un proceso alquímico en mi corazón que me atrevería a llamar sanación. Tal vez de forma aparente no haya cambiado nada, y no obstante, algo ya se ha suavizado en mí, y la sensación en mi cuerpo es tangible.

 
 
 

Comentarios


©2020 by My Site. Proudly created with Wix.com

bottom of page